De una carta que recibió y que pudo ser el retiro en su carrera deportiva, el guaireño convirtió ese oficio en un impulso para seguir adelante e ir detrás del éxito.
Cuando a José Navas le llegó una carta que aseguraba que el equipo de los Yanquis de Nueva York, novena que lo había firmado como jugador profesional, había prescindido de él y quedaba en plena libertad, nunca se desmoronó ni se sintió afligido, como pudiera ser el caso de muchos.
Ciertamente fue un impacto fuerte para él, a tal punto, de marcar un antes y un después en su vida. “En ese momento sólo pensé en que el beisbol se acaba para quien quiere”, dijo el espigado hombre, quien recibió el premio “Gualberto Acosta” el pasado viernes en Barquisimeto, durante el primer encuentro de la final de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional (LVBP), mérito que lo destaca como Umpire del Año de la zafra 2016-2017.
Después de aquel duro golpe, Navas nunca quiso ver el juego desde las tribunas. Rendirse nunca fue una opción, al contrario, aquella carta fue como gasolina que cayó en el tanque para encender un motor que aún no parado de revolucionar.
Luego de varios intentos fallidos y otros tropiezos leves como jugador, José recibió la invitación de quien a su juicio, lo impulsó y le debe gran parte de su carrera como árbitro. “Mi compadre Carlos Leal – umpire de la LVBP también-, fue quien me motivó e invitó a mi primera oportunidad en este mundo y ahí fue que conocí al señor Miguel Hernández y comenzó todo este sueño”, rememoró el oriundo de Lara.
Hernández es otro pilar fundamental en la estructura que ha forjado Navas como umpire. “Él me dijo que no me creía que quería ser umpire, me dijo que se lo demostrara y eso me motivó, desde aquel momento no he parado de trabajar”, soltó José, quien se graduó en la promoción 2012 de Venezuelan Umpire Camp.
Hoy por hoy, con tres temporadas de la LVBP en su bolsillo, más la experiencia de ser instructor del mismo sistema de arbitraje en el cual se formó, y ser parte de los criollos que trabajan como juez en las Ligas Menores, determinan parte del éxito que ha labrado gracias a su constancia.
“Aquí quien más mérito se merece es mi familia, porque son ellos quien se han sacrificado más. Yo solo me despierto y me acuesto pensando en trabajar, trabajar y trabajar más duro, y cuando me queda un tiempo libre, también se lo dedico a trabajar”.
Navas está consciente de que este premio es un estimulo y una responsabilidad extra, tanto para su entorno, como para consigo mismo, y agradece a quienes han estado siempre apoyándolo. Tal es el caso de su familia, quien pudo estar junto a él y ver el homenaje que le brindó la liga en suelos crepusculares, ya que actualmente reside en suelo larense.
“Todo lo tomo como reflexión, siempre agradezco lo que sucede y valoro la voluntad de Dios, no me pongo límites en mi carrera, sólo quiero llegar hasta donde mi cuerpo aguante. Todavía hay mucha tela que cortar”, destacó.
Apoyado y respaldado por el otrora grandeliga y hoy presidente de los Tigres de Aragua, Carlos Guillén, en su etapa de formación, se fue a la Escuela de Árbitros en Florida, donde no defraudó y destacó por su trabajo. Luego, cuando recibió contrato de Ligas Menores comenzó a sobresalir de una manera abismal, al punto de tal de obtener la distinción de “Umpire del Año” en la Liga de Los Apalache.
Hoy, forma parte del sistema de liga menores en la categoría Clase A fuerte y va enrumbado a emular la gesta alcanzada por Manuel González y, más recientemente, Carlos Torres.
“La evolución prematura de muchos umpires venezolanos viene por el trabajo y esmero con el que laboramos. La enseñanza que obtuvimos de otros durante nuestro paso por la Academia (refiriéndose a Venezuelan Umpire Camp) nos permite ahora a nosotros (los noveles instructores) transmitirles esa misma entrega a la generaciones que vienen emergiendo”.
Para el juez de 2.01 metros de estatura, el arbitraje es una profesión que tiene que salir del corazón, porque los sacrificios que en ella se hacen, aunado a la determinación de juicios, ofensas y otros tantos adjetivos negativos con los cuales son abordados por el simple hecho de ser imparcial y mediador, conllevan a que la carrera sea más difícil que muchas otras profesiones.
Navas es licenciado en Ciencias del Deporte y aunque no conoció a Gualberto Acosta, sabe de la importancia y legado que dejó uno de los dos hombres de azul que está inmortalizado en el Salón de la Fama del beisbol venezolano.
Ahora, esta distinción lo proyecta directamente a Mexicali para impartir justica en la venidera Serie del Caribe 2017. Para él oriundo de Vargas será su primer clásico caribeño y espera seguir ejerciendo su trabajo como lo ha venido haciendo.
Por último, José Navas no se arrepiente de nada, porque como bien quedó por sentado en líneas anteriores, para él, todo es un aprendizaje. Lo que si queda claro para todos, es que a raíz de aquella carta enviada por la novena de neoyorquina, hoy Venezuela tiene un umpire de altos calibres.
Texto: Juan Carlos Villamizar