VENEZUELAN UMPIRE CAMP

Umpire extranjero vino a la LVBP a renacer

Víctor Alejandro “Manolo”, afirma que murió y revivió tras un milagro

Cuando uno se refiere a una evaluación general de los umpires en Venezuela esta temporada, si es ante un fanático o alguien externo a su entorno, probablemente no se consigan buenas referencias, y no es precisamente porque estén en lo cierto. El simple hecho de que, entre sus funciones esté la de ser mediador, ya es lógico que pudiera ser determinante con sus decisiones en la definición de la felicidad de unos y/o tristezas de otros.

Por naturaleza, para el ser humano es más fácil enjuiciar que realizar una autocrítica. Desde siempre el arbitraje ha sido un foco de atención, y más cuando se trata de una disciplina deportiva que tiene tantos afectos en el país, como lo es el beisbol.

Si bien es cierto que los protagonistas son los jugadores y equipos, y no tanto, los directivos, fanáticos, y los mismos árbitros; también es cierto que sin ninguno de ellos, la cadena no tiene los suficientes eslabones para ejercer su función como es. Todos merecen atención y el mismo trato digno, aunque por manejo mediático no sea así.

Uno de los tres umpires importados que vinieron esta zafra a Venezuela fue Víctor Alejandro, conocido en el argot beisbolístico como “Manolo”, y quien a sus 58 años posee una amplia experiencia en el beisbol profesional, laborando 18 campañas en la Atlantic League y 6 en liga invernal puertorriqueña. Para muchos su historia hasta aquí, es una más del montón, de hecho, algunos no sabrán de su existencia esta campaña en la pelota criolla.

“Manolo”, quien presencia en la final entre Águilas del Zulia y Cardenales de Lara, llegó a Venezuela de casualidad, pues de haberse respetado el convenio entre la Liga Venezolana de Beisbol Profesional (LVBP) y Major League Baseball (MLB) que permite en cada zafra enviar árbitros de ligas menores para que alimenten el beisbol criollo, este no hubiese llegado a suelos venezolanos.

Sin embargo, las decisiones extradeportivas tomadas por los representantes de Grandes Ligas y que condicionaron al ente de la pelota rentada, conllevaron a última hora a buscar jueces extranjeros que militaran en ligas independientes u otras dependencias alejadas a MLB, tal fue el caso del neoyorquino de raíces boricuas.

“Manolo”, quien pisó por primera vez la tierra de Simón Bolívar el 9 de octubre con una buena referencia de grandes jugadores criollos, como Endy Chávez, por solo mencionar alguno, nunca se imaginó que vendría a este país a “morir”. Sí, el oriundo de New York falleció por un paro cardíaco y “un milagro” le devolvió la vida, tal y como lo indicó el mismo juez con los ojos llenos de lágrimas.

El hecho se suscitó el 26 de octubre de 2016 previo al último juego de una serie de dos encuentros que sostuvieron las Águilas del Zulia y Tiburones de La Guaira durante la ronda regular en Maracaibo.

Aunque la noticia es punzante, más agudo y asombroso es el hecho del “milagro” (como él mismo lo denomina) ocurrido con este norteamericano que afirma que su corazón se quedó unos segundos sin latir, y, como si fuera poco, horas después, durante el juego y en plena acción, recibió un segundo ataque cardíaco.

Victor Alejandro «Manolo».

“Dios mío no sé qué me pasa, ayúdame a superar esto”, fue lo primero que se le vino a la mente a Alejandro, que de joven fue un reconocido pelotero amateur en los Estados Unidos, representando a su país internacionalmente en 16 ocasiones.

Aunque él mismo confiesa que, a pesar de que era católico antes de ese episodio, su vida religiosa no era muy activa, muy distinta a la de ahora, que afirma que nadie sabe el valor de la vida, de las cosas, y del tiempo, sino a quien le atribuye su permanencia en este mundo, Dios.

“Cuando uno analiza en frio lo que pasó, todo lo que uno puede perder y lo rápido en que pasan las cosas, uno empieza a valorar más cada detalle”, manifestó con la voz entrecortada el foráneo.

Alejandro es abuelo, y, aunque aún no ha conocido a su nieto por sus compromisos en la LVBP, hoy le duele más el hecho de recordar que pudo haberse ido para siempre sin tener la oportunidad de conocer a su heredero, y todo por estar haciendo lo que a él tanto le gusta, arbitrar.

Luego del diagnostico y salir de emergencia de aquel juego en el estadio Luis Aparicio “El Grande”, fue operado por el cardiólogo Luis Suarez y su equipo de trabajo en el Centro Clínico La Sagrada Familia, recinto ubicado en Maracaibo.

“En Estados Unidos me hubiese muerto y lo digo con propiedad. Además de que es una operación costosísima, el trato y la rapidez con que respondieron aquí en Venezuela, me da a pensar que mi propósito de venir a este país fue para renacer”, narró.

Lo que más asombra, es que a pesar de vivir un capítulo único en su vida, una serie de hechos ponen a dudar hasta a los que se basan en la ciencia, tal es el caso de los diferentes doctores que lo trataron.

“Todos coincidieron en que lo que me pasó fue un milagro, porque no entienden, cómo luego de la operación yo estaba tan sano”. “Manolo” a los 15 días de ser operado regresó totalmente sano y recuperado al terreno de juego como umpire principal en un juego escenificado en Puerto La Cruz.

Aunque estuvo a un paso de volver a su país natal, pues la liga estaba en la potestad de prescindir de su contrato y no arriesgarse a sufrir otro percance, el propio juez pidió que no lo regresaran, y que le hicieran los estudios necesarios para demostrar que sus condiciones eran óptimas para volver al terreno de juego. Acontecimiento que fue trabajado de esa manera y que arrojó resultados viables para que éste siguiera impartiendo orden en el terreno de juego.

“Yo no quería que me regresaran para Estado Unidos, yo me sentía bien físicamente, y si algo aprendí del umpire venezolano, es que para que lo saquen del juego tienen que matarlo, y yo no estaba muerto del todo”, reveló entre risas.

Víctor Alejandro se llevó un gran recuerdo de esta pelota, seguramente la anécdota más trágica de su carrera, pero de igual manera, afirma que aquí no solamente vino a renacer, el aprendizaje de hombres como: Jorge Terán, Emil Jiménez, Carlos Leal y su propio jefe, Miguel Hernández, permiten que hoy sea un hombre con más temple y de mayor confianza.

“Ahora nadie podrá hablarme mal  del arbitraje venezolano, estos tipos son unos fenómenos, no tienen nada que envidiarle a nadie y ten la certeza de que en donde yo me pare, siempre hablaré bien de ellos… De este beisbol… Y de este país”, concluyó.

 

Texto: Juan Carlos Villamizar

Foto: David Urdaneta

06.02.2017

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